La Luna, yo la quiero desnatada...
El cielo me lo pintas de
lunares,
y el helado de lima
y de despechos rancios me lo sirves
con un poco de menta en el
copete...
Hoy vengo con antojos.
Hoy traigo la preñez
de un verso oscuro
a punto de alumbrarme por la boca
no sé
si astros o constelaciones,
o guijarros de río
o sapos y
culebras
o pedazos
de la verdad que tengo amordazada
y
que me está asfixiando de por vida.
Porque es un verso que
se dice solo,
porque es un verso que se engendra solo
sin más
esperma que el de tu silencio,
en la misma región de mis
estragos.
Porque es un verso que se pare solo,
sin más
partera que mis rebeldías,
lo mismo que se paren por las grietas
que hieren a la tierra los volcanes,
y se va derramando
mansamente
despeñadero abajo de mi paisaje abrupto
hasta
dejarme exangüe de asperezas.
Yo, la mujer estoica,
yo,
la mujer sombría,
la que se quiso árida y estéril
a fuerza
de negarse
hoy sabe que perdió todas sus armas
ante esa
rendición que es la ternura.
Que aunque es un verso que yo nunca he pedido
no tengo más remedio que arroparlo
porque es
mi sangre y tus puñales lleva.
Por eso
caramelízame los
sinsabores,
ilumina al pastel todos mis lunes
y me sirves
poemas confitados en bandeja.
Que hoy vengo con antojos.
Que acabo de parir un verso absurdo
contrahecho y
zaíno...
...pero trae la música
de una estación de
lluvia y redenciones
bailando en sus acentos.
Y aun
siendo un verso insólito
merece ser amado,
ciertamente...
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