Quién tuviera el decir risueño y claro
del agua, que discurre placentera
mientras besa despacio la ribera
y requiebra a los juncos sin reparo
O al menos ese lírico descaro
que derrocha la alondra mañanera
al celebrar la grata luz primera
con la que el Sol nos viene a dar su amparo.
El cantar más hermoso, nunca oído,
quisiera componer, como alabanza
a tantos dones que nos da la vida.
Pero el temblor escuálido y roído
que hoy es mi voz, apenas si me alcanza
para poder mostrame agradecida.
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