Un cielo encapotado.
Un día triste
en que sobre el cristal la lluvia va escribiendo
lacrimosos mensajes jeroglíficos,
que solamente auguran angor sobrevolando
sobre otra noche insomne.
Unos ojos que apenas si consiguen
encontrar un lugar donde posarse,
sin quedar impregnados fatalmente
del invisible polvo de tristeza
que todo lo inficiona.
Tabla de salvación,
sin hierro ni peaje a la que asirse,
parece el anaquel, cuántas historias
como pudieron ser, encapsuladas
y a salvo eternamente,
reposan sobre él .
Novelerías
que se dejan leer y nos evaden,
en las que casi siempre
- llevando la contraria a la costumbre-
termina todo bien.
Es pura inercia
lo que mueve mi mano, siento cómo me llaman
irresistiblemente.
O acaso es la cordura
que nos dicta el instinto
de huir de todo aquello que nos daña.
Hoy prefiero vivir imaginando
los gozos y las sombras,
las pasiones
de la vida de otros.
Y así no tener tiempo
para llorar mi vida.
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