Los
viernes por la noche
a la
Luna le ladro mi hidrofobia.
Me
meriendo la tarde de los sábados
a base
de té amargo sin azúcar
y
tostadas con hiel y mantequilla.
Los
domingos,
tras un
programa doble de nostalgia,
me
embuto mi pijama color de desencanto,
deshojo
algunos versos
y, si es que tengo suerte ,
me
duermo sin llorar.
En la
esperanza
de que
un lunes de prisas y trabajo
haga
que al fin me olvide de lo que hecho en falta
vivir
con más pasión.
Lo
mucho que me abruma,
vivir
sin arriesgar.
Vivir,
pero a poquitos...
Sin
tener el valor de exprimirle a la vida
esas
gotas escasas de dulzor
de
alegría fugaz que nos ofrece.
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