Hoy
la tarde se muestra generosa.
Me
instalo en la molicie largamente
en
mi rincón más íntimo y caliente
lo
mismo que una gata perezosa.
Dedicarse
a auscultar lo que se siente
puede
hacer cada hora deliciosa.
Nadie
podrá negar que soy la diosa
sobre
el sagrado altar de lo silente.
Hasta
que sin previo aviso se me afila
la
garra y se dilata mi pupila
en
virtud de de una ráfaga de viento.
Creyendo
que el instinto abotagado
se
hallaba , se me acerca confiado
y…
¡ Te he cazado al vuelo pensamiento!
De
nuevo el yo felino se adormila,
voluptuosamente
descuidado.
Hoy
por hoy ya ha logrado su alimento
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