Nunca
es cosa de tiempo y de paciencia
atrapar
el suspiro que levita
en el
trasluz del aire y deposita
sobre
tu tosquedad su transparencia.
No sé
si no será casualidad
que él
no haya nacido para espeso
y yo
haya consentido a cada hueso
de mi
alma el hacérseme oquedad.
Solo sé
que su tacto me sugiere,
roce y
llaga de luz, la tesitura
que nos
regala un cisne cuando muere.
Por eso
día y noche me consagro
a
desvelarle al mundo la hermosura
de su
nombre. !Llamémosle milagro!.
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