He
contado hasta diez...
Y hasta
cincuenta
Y hasta
cincuenta mil cincuenta veces.
Y como
, aunque los números no acaban,
no es
tan infinita mi paciencia,
ya
está llegando al límite.
Creo
que me he ganado
mi
humano derecho a rebelarme.
A
exigir lo que es justo,
alguna
vez me tiene que tocar
bailar
con el más guapo,
comerme
algún bombón
distinto
al de café,
que no
lleguen heladas
que
malogren mis lilas en Abril
que no
se desmoronen
mis
castillos de naipes.
No es
que sirva de mucho,
lo más
frecuente es
hablar
para los sordos y en medio del desierto,
que no
te escuche nadie.
Pero de
menos sirve
ser la
más abnegada,
comedida,
virtuosa y servicial,
la más
prudente,
y vivir
cosechando
desde
Enero a Diciembre indiferencia
y
condenada a ser imagen viva
de
invisibilidad.
Pues
que se entere el mundo,
ya no
puedo ni quiero reprimirme,
numerando
a destajo frustraciones y rabias,
ahora
me ha llegado
el
tiempo de gritar
hasta
quedarme afónica.
Hasta
escupir aquello
que
me atormenta el pecho y atora mi garganta
desde
hace demasiado.
Lo
siento por el aire
que
llegará al oído
saturado
de sapos y culebras
y
quizás eche en falta
aquel
uno, dos, tres,
diez,
quince, veinte...
...treinta
mil...
bien
capaz de anestesiarlo.
Pero es
que soy un ser que vive , siente
y tiene
sangre y bilis...
Y hoy
por hoy, contar,
ya he
contado bastante...
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