Las
manos que se quieren ardedura
sobre
la piel, a impulso del deseo
se
inventan un gentil chisporroteo,
migajitas
de amor y travesura.
La
carne acostumbrada a su clausura
se deja
despertar por el fogueo
de juegos de artificio, un galanteo
que con
facilidad la transfigura
Hay
noches que debieran ser eternas
y
quedar patentadas para el gozo
nacido
del ardid de abandonarnos.
Que ya
vendrán los días de galernas
y ante
la inmensidad de su destrozo
tan
solo aquel recuerdo ha de salvarnos.
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