Arrecian
las tormentas
y no
dan un respiro
las
mortificaciones.
Podría
haberme dado por vencida
hace ya
mucho tiempo,
no se
pueden drenar todas la aguas
que a
diario diluvian
y no es
fácil remar contra corriente.
Si yo
fuera sensata,
debería
haberme retirado
mientras
aún tenía casi indemnes
el
porte y la figura
y el
genio conservaba algún que otro retazo
en que
reconocerme.
Pero
solo me queda ,
intacto
en su coraje
y en
su tenacidad ,
el
corazón,
magnífico
insensato
-por no
decir demente-
y nunca
ha sido fácil convencer
de que
debe rendirse
al que
vino a este mundo
trayendo
en su genética marchamo de rebelde.
Así
que aquí no sirve el tirar la toalla,
ni es
opción resignarse
a
sorberse las lágrimas y rezar porque el cielo
no
decida que piedras nos lluevan de lo alto
la
semana siguiente.
No
único posible
es
seguir adelante luchando con la vida
hasta
que el cuerpo aguante.
Es
apretar los dientes
y
forzar la sonrisa ,
fingiendo
que los golpes ni se notan,
ya se
sabe
que a
todo el que te hostiga y te maltrata
esa
desafección
es lo
que más le duele.
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