Imperceptiblemente
noto
que los perfiles de este mundo
se van
decolorando,
ya no
duelen
lo
mismo sus mordiscos,
han
perdido
el
poder de sumirme en la tristeza
o
insuflarme calor.
Poco a
poco
también
siento que yo me voy difuminando...
Como se
apaga el día
y
enmudecen los trinos de los pájaros
cuando
muere la tarde,
presintiendo
el aliento del ocaso en mi espalda,
mi
rostro se convierte en vaga sombra
y mi
voz en susurro.
Sé qué
es mejor así,
nos
hace más ligeros el irnos liberando
de
nuestras ambiciones,
nos
hace más seguros
este
irse aviniendo
a
volverse invisible.
El irse
sumergiendo inexorablemente
en las hondas regiones del olvido,
donde
no duele ya ningún recuerdo,
nos
hace más felices.
Todo
anima al espíritu
al
desvanecimiento,
a que
abrace sin miedo su futuro
de
soledad y frío.
A que
vaya aprendiendo a abandonarse
en la
suave blandura del consuelo
que
brinda la quietud,
hasta
que se desprenda
del
lastre de sí mismo.
A
esfumarse en silencio ,hasta que , al fin, consiga
hallar
paz en la nada.
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