sábado, 26 de octubre de 2019

Los pájaros del alba


Es una bendición esta quietud
que regala la noche.

Me acurruco,
me arropo
con el manto de tibia oscuridad,
silente y tersa, de la madrugada.

Me escondo entre sus pliegues
por ver si así no logran
hallarme mis fantasmas.

Esos que casi siempre consiguen transportarme
al tiempo de los cuentos leídos en penumbra,
entre el olor a espliego
de las sábanas blancas.

Hilachas de la niebla del pasado,
que a menudo me ponen un nudo en el estómago
y en los ojos un brillo de nostalgia.

Solo quiero dejar de batallar
tan a cara de perro con la vida,
guardar un rato penas y cansancios
debajo de la almohada.

Solo quiero dormirme
y no soñar con nada.

Despertarme
con el toque primero de diana de la luz
fresca y con la sonrisa
recién almidonada.

Dispuesta a la sorpresa.

Quien sabe si mañana llegará
la rosa carmesí
que hace mil y un siglos que esperabas.

Por más que en pecho tiemble,
porque no encuentra ya rodal dónde poner
tanta espina afilada.

Quién sabe si es verdad
que todavía existe algún futuro.

Qué secreta razón
tienen aún para seguir cantando
los pájaros del alba






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