Cuando se pone el Sol
y allá en el horizonte no hay ninguna orilla
a la que dirigirse
ningún barco es bastante.
Estos brazos escuálidos,
por mucho que les brinde sus impulsos
la voluntad , no bastan
para llevarte tras de tus anhelos.
En medio de un océano infinito
de soledad,
dan ganas
de remar orientados a Poniente.
Buscar la oscuridad definitiva
acaso es la manera de oponerse al designio
de la Luna que dicta las mareas
que habrán de devorarnos.
Óyeme, tú que sientes como crecen
los presagios oscuros por tus venas
porque de náufrago náufrago, te digo
-y guárdame el secreto-
que ya tanto me da el hallar reposo
en la playa dorada
o en el oscuro fondo submarino.
El mar es un oído que no duerme
y un abismo silente con las fauces abiertas .
Y el mundo un vientre insomne
que contra lo que late y se emociona,
sin descanso conspira.
Finjámonos inercia gris que flota
a merced del albur del oleaje.
Es mejor olvidarse de la angustia
de vivir
y que sean
los vientos o el azar los que decidan
si un día más habremos de salvarnos.
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