Instalada en mitad de este paisaje
interior,
polvoriento, que supura
por sus cautro costados nihilismo
y huele a decadencia,
no se vive tan mal.
Aquí no pasa el tiempo,
se diria
que se han adormecido los minutos,
cansados de girar sobre la rueda
que engrasan las rutinas ,
teniendo ante sus ojos
siempre el mismo rincón sin horizontes,
frugal
y casi, casi , carcelario.
Pero aun así tan suave...
Porque hasta aquí no llegan los rugidos
de las luchas del mundo
y sientes que te basta
musitar un poema, a modo de oración,
para ponerte a salvo.
Aquí no pasa el tiempo
y apenas si se aprecia
el peso de existir,
se disuelve el dolor en las piadosas
veladuras del aire
y respirar
vuelve a ser lo que era, una bendita
y grata dulcedumbre.
Hasta se acallan,
de tanto acomodarse a la mesura,
el rumor de la sangre
y el tic-tac del latido.
Qué más da lo que digan los relojes
o atestigúén los surcos en mi frente,
por
mucho que se obstinen,
aquí no pasa el tiempo.
Pero me temo mucho que lo que ya no pasa
por aquí es todo aquello que intenta perturbarme.
Lo que surge a deshora
y en silencio palpita,
lo que sangra y conmueve,
y te lleva sin pausa
de la násea al suspiro...
Lo que arrasa y abruma,
lo que trasciende
y arde
y te transforma
en ascua el corazón.
Por aquí ya no pasa,
simplemente,
la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario