sábado, 5 de diciembre de 2020

Rincón


 

 



Instalada en mitad de este paisaje

interior,

polvoriento, que supura

por sus cautro costados nihilismo

y huele a decadencia,

no se vive tan mal.


Aquí no pasa el tiempo,

se diria

que se han adormecido los minutos,

cansados de girar sobre la rueda

que engrasan las rutinas ,

teniendo ante sus ojos

siempre el mismo rincón sin horizontes,

frugal

y casi, casi , carcelario.


Pero aun así tan suave...


Porque hasta aquí no llegan los rugidos

de las luchas del mundo

y sientes que te basta

musitar un poema, a modo de oración,

para ponerte a salvo.


Aquí no pasa el tiempo

y apenas si se aprecia

el peso de existir,

se disuelve el dolor en las piadosas

veladuras del aire

y respirar

vuelve a ser lo que era, una bendita

y grata dulcedumbre.


Hasta se acallan,

de tanto acomodarse a la mesura,

el rumor de la sangre

y el tic-tac del latido.


Qué más da lo que digan los relojes

o atestigúén los surcos en mi frente,

por mucho que se obstinen,
aquí no pasa el tiempo.


Pero me temo mucho que lo que ya no pasa

por aquí es todo aquello que intenta perturbarme.


Lo que surge a deshora

y en silencio palpita,

lo que sangra y conmueve,

y te lleva sin pausa

de la násea al suspiro...


Lo que arrasa y abruma,

lo que  trasciende

y arde

y te transforma

en ascua el corazón.


Por aquí ya no pasa,

simplemente,

la vida.



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