Si aún tenemos piel
¿ Por qué ya no seguimos sus impulsos?
¿ Cuándo nos olvidamos
del olor amizclado que desprende?
De lo suave y lo tibio
que puede ser su tacto.
Envidio a las libélulas,
ellas no tienen dudas sobre qué agua beber
o qué junco elegir para posarse.
Permiten que las guíe
esa intuición atávica,
elemental ,
sinónimo
de única verdad palpable y sin fisuras .
Resulta tan difícil acertar,
con todos los instintos fieramente domados,
a qué carta apostarte el corazón
en la juego trucado de la vida,
Todo es una farsa,
pronto percibes cómo cruje el mundo
y se te desmoronan tus esquemas
al sentir que te fallan los afectos.
Y se te va volviendo la existencia
un desfile de horas desabridas ,
días de tedio en los que desgranar
rosarios de suspiros
y noches desveladas,
en las que en el silencio vas rumiando
tus múltiples desdichas .
Hay mucho que perder,
la ilusión, el sosiego, la cordura...,
en ese intento inútil de atrapar
el fuego de los dioses con las manos.
Y pierdes casi siempre.
Lo mismo si te arriesgas
que si eliges
encerrarte en ti misno con tus miedos
que acaban devorándote, infeliz, recocido
en tu propia amargura,
tu ruina está servida.
Conque no hay más que hacer
que dejarse llevar hasta la flor más bella
y fragante.
Y libar
y disfrutar sus néctares
mientras que dure el juego.
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