sábado, 9 de enero de 2021

Sin aviso



Sucede en ocasiones

que la vida se queda empantanada

entre dos estaciones desabridas,

sin emoción ni estrés,

donde no te conmueven

el frío o el calor.


Su plano discurrir

no te da ni un motivo , ni una excusa

de reír, de llorar,

de contar nada

que merezca la pena reseñarse,

gastando en el relato

el tiempo, la saliva y las palabras.


Entonces te dedicas febrilmente

a levantar alfombras y ver si está escondido

debajo por sorpresa

el mundo en el que habita tu unicornio.


A limpiar los cristales para ver

más nítidas las nubes

y a perseguir aladas fantasías

por los cielos de nadie.


A regar el jardín

cuando está iluminado por la Luna

para ver si los lirios te regalan

una historia de amor.


A levantarte

antes que salga el Sol ,para exprimirle

a la primera la luz de las mañanas

la justificación para un poema.


Luego están esos otros

días en que la vida, sin aviso,

se despereza

se quita las legañas,

se pone su corsé de femme fatal

y le da por ponerse interesante...


Entonces ya no hace mucha falta

echar mano al oficio de contador de historias

que llevas en tus genes.


Solo es enamorarse

del latido procaz de cada hora.


Y sentir.


Y escribir, permitiendo que se asome

el alma por la pluma,

hasta que las costuras le rechinen.


Hasta que sientas

que, 

 rojo sobre blanco,

la vida se transforma y se libera.


Y supurando sangre

tus penas se te escapan.



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