Pensé que otro Abril jamás vería
y no me apenó el que los colores
alegres y vistosos de las flores
no gozase ya más al Sol del mediodía.
Ni el no poder oír los ruiseñores
entonando su alegre melodía
o admirar en su alta lejanía
un firmamento lleno de enigmas y esplendores.
Una sola aprensión me torturaba,
el cruel presentimiento insoportable
de que a mi lado nunca volviera yo a verte.
Por luchar contra él me volví brava
y sucedió de forma inexplicable
que, por vivir por ti, vencí a la misma muerte.
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