viernes, 19 de febrero de 2021

Ahí sigue la vida


 

Somos seres inciertos

que no saben

de dónde vienen ni hacia dónde van,

cómo huir del dolor,

cómo lograr que nunca los alcancen

la soledad, el miedo, la nostalgia...


Que andamos como náufragos,

perdidos por los piélagos de nuestros privativos

mundos subliminales,

esos que se construyen

con elucubraciones


Levantar faraónicos mausoleos de bruma

a todos los fantasmas que habitan la memoria

es un afán titánico

en el que consumimos media vida.


Y la otra mitad

en el esfuerzo absurdo de erigir

los castillos de arena que le presten

una ilusión de suave consistencia

al tropel de sueños,

carne de pleamar inevitable.


No sé lo que sería de nosotros

si por fin consiguésemos librarnos

del peso abrumador de los recuerdos,

de la extraña pulsión por sumergimos

en anticipaciones.


Acaso descubriésemos

que el pasado ya no es,

que nadie

sabe si nos aguarda

aún algún futuro.


Que ahí sigue la vida

real,

esa que tiene

tacto de piedra y ciega vocación

de ser un descalabro.


Y la manía exótica

de obsequiar diariamente con alguna sorpresa

al que sabe atraparla.


Al que sabe esperar

que, tras del aguacero interminable,

algún rayo de Sol venga a poner

un destello risueño sobre el rictus

de las austeras tardes del invierno.


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