Los pétalos se deben
a su rol convenido de metáfora
de la fragilidad en desamparo
que habita en la belleza.
Se abren para ser
pasto de las miradas , cándido raso vivo,
destinado a acabar siendo en los dedos
ceniza perfumada,
ligera y predispuesta a revolotear
y embalsamar el aire.
Con júbilo se entregan
al placer de vivir el instante que toca
sin pensar si mañana será gris el futuro,
pero aún así desean
que la vida les brinde la oportunidad
de disfrutar los dones de este breve hoy
hasta exhalar el último suspiro.
Más que nada le temen
a los hielos que acechan tras el Sol, disfrazado
de encantadora prodigalidad,
cuando llega a destiempo y parece envolverlas
en cálidas sonrisas.
¿Qué instinto no presiente
a Febrero, por mucho que simule tibiezas,
como un mes que será
extraordinariamente largo y frío?
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