Me podría pasar la vida entera
viéndote sonreír y nutriría
mi dicha en el caudal de tu alegría
pues no existe regalo que más quiera.
No puedo concebir la primavera
si no la llenas tú de fantasía
y gracia, al florecer en lozanía
junto a mi ya reseca rastrojera.
Y siento que se encienden los faroles
en mi noche tenaz porque que dos soles
son tus ojos, con cuya luz me alumbras.
Hasta que Dios decrete mi partida,
me podría pasar toda la vida
viéndote sonreír como acostumbras.
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