Todos los días son el mismo día.
La misma luz plomiza, el mismo velo
en la mirada, la misma ley del hielo
y el silencio en su odiosa tiranía.
La misma secular monotonía
de las horas, que no levantan vuelo
y te van aplastando contra el suelo
hasta que te sepulta la apatía.
Igual sabor a tedio y amargura
en el pan que te llevas a la boca,
semejante al regusto del ambiente.
En este repetirse sin hartura,
solo la pena a estreno,a la que hoy toca
hacer hueco en el alma, es diferente.
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