¿Cuántos mares de espuma turbulenta
le quedan que bogar, sin más fortuna
que aceptar los designios de la Luna
cuando muestra su faz más virulenta?
De sus naufragios ya perdió la cuenta...
Hoy, un cerco en el cielo de luz bruna,
anuncia, sin que quede duda alguna,
que se está aproximando otra tormenta.
Y amarrada a su poste, a pie derecho,
una sirena sigue desgranando
con ronca voz de sal su canto triste.
Aferrada a la fe tenaz del pecho,
ahí sigue Penélope, remando,
aun sabiendo que Ítaca no existe.
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No hay ni un buen presagio, el Sol no brilla
en lo alto, ni vuela una gaviota
en el cielo, ni empuja tu derrota
un viento compasivo hacia la orilla.
Sientes como el latido se te agota
y el corazón anémico se aovilla ,
cansado de soñar la maravilla
de la improbable ínsula remota.
Como el naufragio auguras inminente,
rebuscas en el fondo de tu almario
pecios para escribir un poemario
que sin tintes dramáticos lo cuente.
Toca salir a flote a tu manera,
porque Ulises, ni está ni se le espera
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Una ínsula más, la más perdida
de todo un archipiélago infinito,
es la barca sin remo en que transito
por los mares sin Norte de la vida.
Estoicamente, he de abrazar el mito
de mujer esforzada y aguerrida
a la que nada hará caer rendida,
mientras en mi interior ahogo un grito.
¿ Cuántos siglos bregando tempestades
habré de soportar? ¿Cuánta amargura
he de tragar, callando mis verdades?
Soy solo esa patética criatura,
cansada de arrastrar sus soledades,
que canta, para ver si las conjura.
*****
Por mucho que la vista se acostumbra
a este denso negror de pesadilla,
añora aquella mágica penumbra
de una Luna estival, tan amarilla.
Ni siquiera a lo lejos se vislumbra
la luz de un faro, mínima cerilla
avivando la fe que nos alumbra
de que en algún lugar hay una orilla.
Conque toca servirse del oído
para arribar al bien desconocido
de un puerto en tierra firme, si lo hubiera.
Batir contra el furor del oleaje
el eco de mi voz y guiar mi viaje
hacia una playa en la que amaneciera.
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Completamente inerme, suspendida
en el aire, midiendo su vacío
o a punto ya de ahogarme, sumergida
en el languor inhóspito del frío.
Exhausta de bregar con lo baldío
del esfuerzo, sintiéndome rendida
ante el interminable desafío
que supone enfrentarse con la vida.
Y sin que aflore en el vocabulario
con que se escribe mi relato a diario
lo sólido, lo lúdico, lo amable...
Providencial, bendita estratagema
es contar, sublimada en el poema,
mi odisea y hacerla soportable.
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