I
Qué
estúpido es pensar que
las garras no pueden
con la gracia sedosa
de las alas
o
no vence el invierno
la
ilusa rebelión de las palomas.
Blancas
soñé las lilas
y
suave su perfume
y
sonriente,
y
sosegado y cálido el aliento
de
las últimas horas de la tarde .
Y
cuando quise darme cuenta sustentaba
nieve
y noche y rigor entre las manos
II
Fue
Abril y su esplendor, sin condiciones,
rindiéndose
a la rija de Diciembre.
Ya
no dan para más
sobre
el azul las nubes plañideras,
sólo
regalan sal a la osadía
de
ser de los jazmines.
Preñadas
de grisura
suelen
llegar ahora, vaticinan
que
puede ser peor,
que
hay una piedra
para
cada cristal, un desconsuelo
para
cada garganta .
Así
no habrá manera de que cundan
cantos
que emulan trinos sin ser pájaro.
Ya
no sé
ni
para qué respiro,
ni
para quién desgrano verso a golpe
mi
letanía infame de derrotas.
III
Todos
sabéis con cuanto desparpajo
tantas
veces la vida nos revela
su
don oculto y signa con su magia
la
piel del alma inesperadamente
Mientras
muere sin prisa, derramando hermosura,
cualquier
día benigno
y
un fulgor en el cielo trae noticia
de
que un mundo se extingue
o
que otra estrella aflora…
A
veces,
sólo
a veces ,
ocurre
que padezco como propia
la
indefensión de todo lo posible
mordiéndome
la carne.
Y
aunque saber no sé para qué sirve
la
atroz incoherencia que supone
el
que el dolor se aúne con lo vivo
si
me conmuevo
y
sangro
y
un dios menor se apiada,
por
un instante breve lo presiento.
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