Vista
así,
en la
semipenumbra y desde lejos
quién
diría
que la
humana criatura ,
inerme
y de gesto abandonado,
no es
la viva imagen
de
calma espiritual.
No hay
ni un solo signo
que
haga sospechar que abrigue en sus entrañas
ninguna
otra inquietud que no consista
en
dejarse mecer por el silencio.
Que
exista un ente oscuro
que
solamente espere esa ocasión
en que
el rigor aprieta , hasta que obliga
a
liberar el grito
y a dar
a luz los días abismados
en ira
incontenible .
Que,
igual que en todo aquello
que se
debe al apremio de la vida,
anida
en su interior un germen de violencia.
Un
extraño , terrible y alienante
octavo
pasajero.
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