Si
yo tuviera la palabra exacta
capaz
de devolverle la frescura
al
lirio que marchita el sol de media tarde,
al
agua que se pudre en la pecera
a
las lívidas carnes de un ángel inocente
que
agoniza de amor,
sin
duda la diría
aunque
al hacerlo desequilibrara
el
fulcro tan precario en que se asienta
el
universo entero .
Tal
vez eso impusiese una segunda
y
mucho más feliz recreación.
Si
yo tuviese la palabra lúcida
con
que explicar de un modo algo sensato
los
muchos sinsentidos que nos dejan
a
merced de nosotros y nuestros estupores,
la
diría,
me
vería obligada a pronunciarla
a
riesgo de entenderla y entenderme
y
conocer la culpa que me toca
en
esta pantomima sanguinaria .
Si
yo tuviese la palabra amable
que
sabe ser el bálsamo
que
necesita la desesperanza,
el
linimento que cura la tristeza,
el
mágico elixir que en un instante
trasforma
la sonrisa en luminosa
la
diría
sabiendo
que sería presumible
tener
que hipotecar en el intento
un
poco del acopio de egoismo,
patrimonial
del alma.
Pero
yo sólo tengo
este
verbo manido y previsible,
de
charlatán de feria verborreico
que
habla por el gusto de escucharse
al
que nadie le presta su atención
sabiendo
que al decir no dice nada.
Por
eso es que me callo.
Y
espero que se callen y se aquieten
esos
lobos que suelen llegar a acompañarte
cuando
la noche se adensa y se prolonga .
Y
amanezca mañana,quiera dios o no quiera,
aunque
sea trayéndonos
una
nueva ración de oscuridad.
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