Después
de tantos siglos de vaivenes,
de
andarse columpiando
de la
locuacidad a la sordera,
yo ya
no miro arriba,
si
diluvia
será
porque conviene a mi quietud ,
a mi
desistimiento,
de hoja
empantanada,
el
dejarse llevar por la corriente.
Yo ya
no me pregunto
por qué
en silencio llueve sobre mi corazón
solo
callo y escucho
como
cae la lluvia ,
noto
cómo me empapa suavemente por dentro ,
mientras
que rezo y pido
que de
una vez escampe.
O por
lo menos
que la
mar se recuerde
con
vocación de cielo desterrado
añorante
de ángeles caídos,
de
vientre a la deriva
anhelando
ser madre.
Y salga
a recibir
mi
resignada ofrenda de abandono
con sus
azules brazos bien abiertos.
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