Yo
nunca fui de luz, pero si al lado
está
mi rostro de tu faz sombría
reluce
como el Sol que al mediodía
cualquier
paisaje pinta de dorado.
Pero
con todo y eso, tu nublado
no
logra disipar, pues en porfía
tan
bien huyes de mí que se diría
que
vuelves del claror escarmentado.
Somos
complementarios, ya verás
que
soy capaz, con tal conquistarte,
de
inventarme más pálida y serena.
Caras
opuestas en un mismo as,
!qué
gozo! tú, en tu cruz, cuarto menguante
y yo
en el haz eterna Luna llena.
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