Se
remansa
el
fulgor de la luz con que me anegas
y
acaba amenazando
con
hacer aguas y terminar vertiéndose
por
todas partes.
Para
achicar la urgencia
de
este fuego de liquido y urente
no
hay dedales que valgan.
Se
ve que el paraíso,
su
dicha ilimitada , sólo puede rozarse
desde
la castradora calma ahíta
que
a veces se confunde
con
la felicidad.
Y
cada corazón,
temiendo
que sus pétalos de rosa arrebatada
acaben
deshojados
por
el sol cegador de mediodía ,
por
prudencia
consiente
en hacer crisis.
Aun
siendo fascinante,
nunca
es un buen día para entregarse al vértigo
de
la aniquilación .
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