La rosa
nada sabe
de
galas y hermosura.
La rosa
sólo es rosa
cuando
con devoción y con deleite
la
nombras y la miras.
Para
el esparcimiento de tus ojos
con luz
pura y con lluvia
alimentó
sus pétalos.
Tal
como su perfume
lo
convirtió en esencia etérea e intangible
para
ser esa imagen de la inmortalidad
grabada
en tu memoria fugitiva
Para el
dolor,
para la
llaga ardiente con que uncimos
la fe a
la certeza,
para la
penetrante herida en carne inerme
que
palpita y que sangra
y nos
hace saber que estamos vivos
se
hicieron sus espinas.
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