Al
alba en el albero me desnudo
de todos mis pecados capitales.
Ideas cortas, lengua más bien larga...
Ésto ya me lo dijo a mí al oído,
con esa voz tan suya, tan amarga,
cuando lo abandoné sin mucho ruido,
Joaquín...
Y hasta Manolo
mientras tocaba un solo
de violín
y armonizaba arpegio con gemido.
Me toca , pues, librarme del liguero
y del corsé, del látigo y la pluma
y lo que más me cuesta , el antifaz,
que hace ya tanto tiempo que lo uso
que es uno con la piel.
Desolladuras
una menos a más,
no hay quien repare en ellas...
Ni hay quien las repare,
fingiremos
que acabo de tatuarme un mapa mudo
de un paisaje lunar inexistente,
un jeroglífico sin piedra de roseta,
alguna tortuosa y torturada
letra inicial.
Ahora
sí que soy toda yo un espectáculo
de lo que es en verdad desasistida
porción de humanidad
que no sabe que hacer ni en qué lugar del círculo
hay esquina que pueda brindarle protección.
Quizás con la estrategia que usa el avestruz,
cerrar los ojos
para no ver los ojos que nos miran
e intentar una danza
que te haga parecer , si más patética,
también más irreal...
Me pide el cuerpo un tango
y el corazón a un vals se me acompasa
-nunca "El Danubio Azul" que para ahogarme
me bastan mis congojas-
y los pies marcan rok, pero me pliego
a
lo que el coso exige
e intento un pasodoble " Manolete
si no sabes lidiar pá qué te metes..."
que corea entusiasta la afición.
Sabes
que en todo espectador hay siempre un sádico
que espera encontrar, matando el brillo
del oropel , la sangre coagulada
y sacas del almario aquel pecado
capital, que por algo te guardaste,
para enjugar la lágrima fugaz.
Que el que quiere ver muertos, qué se corte
la garganta y se mire en un espejo
o que contrate a un Jak Destripador.
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