De
hito en hito, voyeur de la charada,
un ojo en otro ojo se ensimisma
en la contemplación de esa marisma
donde quedó la Luna empantanada.
Cómo poder robar la rebanada
que el deseo nos pide del carisma
que la luz insinúa sobre el prisma
de la indocilidad adivinada.
Cómo no someterse a la exigencia
de su contemplación y resignarse
a limitar el cielo a aquel espacio
en que un mirar en otro es la querencia
y hasta el modo mejor de deleitarse
mientras la vida pasa muy despacio.
un ojo en otro ojo se ensimisma
en la contemplación de esa marisma
donde quedó la Luna empantanada.
Cómo poder robar la rebanada
que el deseo nos pide del carisma
que la luz insinúa sobre el prisma
de la indocilidad adivinada.
Cómo no someterse a la exigencia
de su contemplación y resignarse
a limitar el cielo a aquel espacio
en que un mirar en otro es la querencia
y hasta el modo mejor de deleitarse
mientras la vida pasa muy despacio.
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