sábado, 6 de agosto de 2022

La voz ahogada


 

Tenedlo por muy cierto,

lo único que tengo hoy  bien seguro

es que habré de cantar.


Canto si estoy alegre,

cuando estoy triste,

canto.


Si estoy en compañía o si estoy sola, 

 si  exulto de ilusión o ando alicaída, 

si estoy desesperada

o aburrida, en la espera

inútil de Godot,

canto.


Desde que tengo

memoria me recuerdo siempre así,

impávida,

cantando.


Como una costumbre ,

como un vicio arraigado carente de maldad,

como la expiación de algún castigo,

o acaso

como una redención.


Como una manera cordial de hacer audible

mi voz, que está famélica

de brisas que la lleven

al extremo del mundo.


Para romper candados ancestrales

que amordazan los labios

y permitirse el lujo de decir

sus deseos veniales sin que ofendan,

de gritar sus verdades sin que agravien,

de contar su dolor sin que incomode.


De pedir equidad sin que moleste.


Canto a pleno pulmón,

este es mi modo

de darle espacio, libertad  y aire 

a esta voz ahogada

en silencios de siglos que me habita.


Canto 

si  es que hoy, por fortuna,

sale Sol.


Si está lloviendo y truena

y se abren los cielos y  caen chuzos de punta, 

por engañar el miedo

con más empeño canto.

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