Ya no
le temo al frío
de una
cama sin nadie, huérfana de un aliento
que
caliente su espacio y cree algún momento
de
puro desvarío.
Me
espanta ese vacío
que se
instaló despacio, profundo extrañamiento
que no
deja que sean vivo estremecimiento
tu
cuerpo junto al mío.
Escuchar cómo gritan
los silencios crecientes de aristas afiladas,
nuestras tristes e íntimas verdades
Y
sentir que tiritan,
espalda
contra espalda, dos almas condenadas
a ser
dos ateridas soledades.