No hablar, no ver, no oír...
Acaso no pensar,
no resistirse
a distanciarse de cualquier motivo
que te haga sentir quebranto o alegría.
Limitarse a vivir desconectado
de todo aquello que nos conmociona
y nos informa de que estamos vivos.
Existir, sin más verbos
que distraigan la idea
de ser
y enajenarse
persiguiendo alcanzar
el estado perfecto.
La cumbre del nirvana, en que por fin habitas
el paraíso insulso de los tristes.