Detente en tu diatriba,
de igual modo,
que prometo guardarme mis venablos.
Repara, mira,,
Ves?
Tú y yo
no somos tan distintos,
los dos somos esclavos de la lucha,
la dura, férrea lucha,
eterna lucha,
por defender las cosas sencillas y concretas,
hermosas e importantes de la vida:
hermosas e importantes de la vida:
la tierra, la familia , los amigos,
la sonrisa, el amor,
la lealtad
y sin embargo,
aquí estamos ahora,
mostrándonos los dientes,
apretando los puños, afilando las uñas,
desollándonos vivos
apretando los puños, afilando las uñas,
desollándonos vivos
por sostener conceptos que apenas comprendemos
dios, estado, fronteras...
y nombres rimbombantes acabados en ismo,
cuando a la postre todo se reduce
a que nosotros
aportamos los miedos y las hambres,
y la sangre y la carne doloridas,
mientras otros se ponen las medallas
y se acaban llevando el capital.
Tú y yo no hemos nacido para ser
enemigos acérrimos,
en otro tiempo, en otra circunstancia,
habríamos podido charlar junto a la lumbre,
cantar viejas canciones
sentados en la arena de una playa olvidada,
alzar las copas juntos
brindar por un futuro cargado de promesas
y ver cómo amanece
el mismo Sol radiante para todos
y todos nos arrulla el mismo mar.
Solo es cuestión de estar atentos y dispuestos
y permitir que los oídos oigan
y que vean los ojos.
Y que sienta y entienda el corazón.
Que se otorgue una tregua en su rumia fanática
Que se otorgue una tregua en su rumia fanática
de irracionales odios heredados .
Entonces tú y yo
podríamos firmar un armisticio ecuánime,
sin más,
sin pretender
el desquite por el agravio atávico
ni buscar vencedores ni vencidos.
Tú y yo
podríamos firmar un armisticio ecuánime,
sin más,
sin pretender
el desquite por el agravio atávico
ni buscar vencedores ni vencidos.
Tú y yo
acaso descubramos que podemos
incluso ser amigos.
Y vivir largos días de ventura y de paz.