La boca
de rezar avemarías,
los
ojos de arrancar interjecciones,
la voz
,como un gorjeo de gorriones
al dar
los buenos días.
Unos
labios que dejen beso a beso
un
rastro inolvidable y nectarino,
un
ardoroso cuerpo alabastrino,
amante
del exceso.
Un
latido capaz de hacerse jarcha
y de
licuar, fundido a su cadencia,
un
corazón de escarcha.
Y un
alma de novicia,
tierra
virgen proclive a la imprudencia
que el
diablo más incrédulo codicia.
Buscando
tu caricia,
a tu
gusto me zurzo, de retales.
Ahora
no me digas:” Poco vales”