Después de haberle dado
cuatro vueltas al globo,
y aún no soy capaz de discernir
qué ruta es más tranquila ,
qué punto cardinal es más propicio
para perderse.
Sé
que jamás se terminan las sorpresas,
incluso desde el Sur a veces sopla
un céfiro salobre.
Con cuanta alevosía te agosta la sonrisa,
que ya que estaba, rendida y floreciente ,
en el borde del labio.
Lo único posible
es seguir adelante.
Lo único seguro
es apretar los dientes, disimular tu ira,
tragarte tu impotencia
y tratar de mostrarte indiferente.
Negar que existen zarzas
de apetecibles frutos carmesíes
que medraron regadas con tu sangre
al borde del camino.
Y espantar a los lobos,
fingiendo que te habita un corazón de piedra.
Vivir no ha sido nunca
un juego para débiles.