Las piernas
estan ya muy cansadas y no quieren seguir.
Han sido demasiados escalones
los que me han traído hasta los mismos límites
de la extenuación
Y a partir de aquí,
uno, más uno más,
-no hay otra manera de echar la larga cuenta-
la escalera prosigue y cada vez se hace
inevitablemente cuesta arriba.
inevitablemente cuesta arriba.
El corazón, sin fuerza en el latido,
desmaya y duda
si no será mejor rendirse y terminar
o si vale la pena el vencerse así mismo
y continuar resistiendo.
Aferrarse al impulso de irracionalidad
que incita a pensar que los ojos no mienten,
que al mirar a la altura
la ilusión que guiaba la nave de tus sueños
aún refulge intacta.
Que con acorazarse contra el abatimiento
y alargar la mano
todavía podrías atrapar una estrella.
Que no es imposible
dominar la penosa y gradual dificultad
antes de que la vida te derrote.
Que al llegar al último peldaño
no te saldrán al paso los dos ángeles negros
que guardan el secreto más valioso
de todo paraíso que se precie:
Si existe es para ser
señuelo y perdición.
Si existe es para ser
señuelo y perdición.
Y tras el espejismo dorado de su enigma
se encuentra solo el tedio
eterno e infinito de su abismo.