Siempre me supe dueña
de un corazón alado.
Y últimamente siento como se me contagian
todas la veleidades y trasiegos
que traza sobre el aire cualquier tipo de pluma.
Esta tristeza de ruiseñor que intuye
que su trino no alcanza a detener la huida
de las horas más tibias de la tarde
ni impedir el destino de humus de la rosa.
Este aprensión de pájaro de barro,
delicada ocarina,
por la ferocidad con la que el agua
se ensaña con la piedra
mientras finge que entona dulcemente
una canción de cuna, sabiendo como sabe,
una canción de cuna, sabiendo como sabe,
que llega una estación pródiga en lluvias.
Esta resignación de pájaro expatriado
a mirar como trazan las garzas sus senderos
mientras sueña en silencio que aún lograría
alcanzar una tierra más cálida y fecunda
si le creciesen alas.
Es lo que tiene ir evocando octubres
en pleno mes de Mayo ...
Que todo lo subvierten
y se empeñan en irse vaciando sobre el mundo
con una luz traslúcida y un tanto melancólica
que acaba perturbándonos.
Y acaba despertándonos
esta ambición de pájaro carnívoro
por todos los dolores que te deja
los ojos secos,
el cuero a la intemperie
y en carne viva al alma.
Y la cabeza ,pobre, convertida
en una ingobernable pajarera.
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