miércoles, 1 de noviembre de 2017

Claroscuros


Que cada cual se apegue a sus manías
es algo irremediable. No conviene
traicionarse a uno mismo y más si tiene
un cómputo tan largo de sus días.

Me prendo siempre del palomo cojo,
del gato tuerto, de la nena lerda,
de la caja de música sin cuerda,
de la llave que no encuentra cerrojo.

Y me repele igual el arquetipo
mítico e imposible ,que rehuyo
cualquier lugar común en el que intuyo
lo singular sujeto a estereotipo.

Es cómodo leer en el cartel
de la frente del otro la leyenda
que sin derecho a réplica ni enmienda
le grabaron a golpe de cincel.

Somos raza mestiza. Claroscuro.
Coctel de barro y luz, abismo y cima.
Infierno en el que el cielo se sublima
y pare al hombre en un estado puro.

Es mi vicio mirar en el reverso
de cualquier corazón. Ser defensor
de su miseria , vuelta en esplendor
en el chisporroteo de mi verso.

No juzgo ni aun a aquellos que no entiendo
ni quiero ser juzgada. De manera
que cada quien se arregle como quiera.
Ya bastante jodido es ir viviendo

Que casi nadie vive como quiere.
Por no elegir… ni elige como muere.



Canto



Ya no quiero que llores
sobre mi corazón. Voy sin paraguas
por ciudades de lluvia . Tantas aguas
van a acabar pudriéndome mis flores.

Ignoras cuantas chispas de colores
de mi clavo sacaron en las fraguas
o que acalla el frufrú de mis enaguas
bramidos violadores.

Sólo escuchas mi canto.
No entiendes que derrama , impenitente,
sobre mi indefensión notas de amianto.

Que cada cual ha de inventarse un llanto
que deje su pupila transparente
dispuesta para un nuevo desencanto.

Agónico


Un cuchillo de luz
delgado e insinuante ,como el .filo
sutil de la sospecha.

A traición apuñala la oscuridad amable
que pudiera servirnos de sudario.

La noche, ese suspiro,
quebrando la imposible
tormenta de silencios .

Un gorgoteo terco, uno obstinato
perturbador, poblando sin piedad
de inquietud los rincones de la noche.

Vida y muerte pendulan
de la fragilidad,
ese minuto
-siempre parece el único, el postrero-
lento, mordiente, agónico...
feroz,
interminable.

Cuando ya todo es este
ardor sobre los ojos.
Este estupor alerta,
este entumecimiento aposentado
indiferente ,inerme...


Esta intensa indolencia,
este abandono,
del alma que se muere por morirse.

Ya solo te consterna
tener que soportar lo incoherente
que resulta tener que decidir
entre la compasión y lo sensato,
lo humano , lo sensible,
lo justo...

Y lo legítimo.

Oír el respirar que se entrecorta
afán del aire, breve,
y no poder ahogarlo.

Detrás de los cristales, a lo lejos
un débil resplandor rosado anuncia
que se acerca otro día.

Solo pides
que aunque a ti te aniquile vivir para contarlo
te traiga la ventura de ser por fin el último
que tengas que sufrir con tanta intensidad
y tan dentro
esa dosis extrema de impotencia.

Sentir en carne viva
como duele dolerse con  el dolor ajeno .