Querer,
de ti no quiero ya gran cosa,
y menos
todavía es lo que espero,
ni
halagos, ni cuidados, ni dinero,
ni el
pétalo marchito de una rosa....
Acaso
en otro tiempo deseosa
estuve
de sentir algún ligero
atisbo
de ternura verdadero
que
volviese mi vida luminosa.
Hoy
conozco el percal y ya no muero
por ti
desesperada y temblorosa,
me ciño
a mi papel de santa esposa.
Cuidar de la ceniza del brasero
sagrado
del hogar lo considero
mi
mayor experiencia religiosa.
Pero de
mí no esperes , compañero,
milagros,
que no soy tan generosa.