sábado, 19 de noviembre de 2022

Pasión océanica


 

Debí nacer así, configurada

para ser sensitiva.


Para vivir sintiéndome

la huérfana oquedad que se desvive

por capturar los ecos de todos los murmullos

que pueblan los silencios .


Por eso, a cada tanto,

necesito volver hasta los predios

donde la vida existe

y la palabra

palpita y reverdece.


Nada importa que tenga por costumbre

el hacerlo a costa de nutrirse

de la gota de savia que todavía queda

en mi carne otoñal.


Aunque la blinde

bajo siete armaduras, simulando

distante escepticismo, sé que por ella aguarda

la avidez del invierno.


Podría someterme a la estación

y abrazar aquella austeridad

poco propicia al ánimo encendido.


Podría prescindir de la dulzura

del tacto,

del placer

de la mirada ardiente que anticipa,

del bálsamo del beso.


Podría prescindir hasta del aire.


Pero ¿de qué me sirve renegar

del acento impetuoso, escondido en sus pliegues,

que disuelve mi inercia y le dicta a mi pecho

lo que debe decirse?


Por no escuchar su voz

de sirena dispuesta a ensimismarme

en su mundo ilusorio,

hoy no voy a tapiarme los oídos.


Nada me libra ya de naufragar

en los mares del tiempo.


Y si es que toca ahogarse, pues qué lugar mejor

que aquel que te permite disfrutar

tu pasión oceánica,

largamente negada y  escondida.


Que mi suspiro último

me encuentre buceando entre los versos.