Hay que
decir que sí,
que me
interesa
lo que
ahí fuera ocurre,
si
amanece
o ha
llegado la hora del ocaso,
si
brilla un Sol radiante , o si del cielo
caen
chuzos de punta.
Siempre
es de noche tras de lo postigos
detrás
de los que el alma se amuralla
y
finge dormitar ,mientras que vela
y mece
entre sus brazos fatigados
la
dulce narcolepsia de sus sueños.
No
importa la estación que nos oprima ,
un
diluvio de piedras sin cuartel
una
glacial cellisca es lo que toca
cuando
intentas que el raso y la tibieza
derramen
bendiciones en tu mundo .
¿Así,
quién hay que haga
que la
brisa acaricie,
que
regresen las aves,
que
despierten los pétalos?
Habrá
que aparentar que nos incumben
los
eventos del día...
Y dejar
que sucedan y prosperen
en
silencio los climas interiores.
Esos
que saben ser
la
patria efervescente del climax y el milagro.
Donde
siempre florecen sin temor a la escarcha
perfumadas
y tersas las flores del almendro.