Ya no me queda brío suficiente
para seguir forcejeando en vano,
exige un sacrificio sobrehumano
nadar contracorriente.
Lo sé de buena mano,
el mantenerme a flote, indiferente
ante las turbulencias del presente,
es mi empecinamiento cotidiano.
El río de la vida
no hay quien lo remonte, te destruye
si te enfrentas a él con fuerza bruta.
Acierta el que se olvida
de oponer resistencia, mientras fluye
mansamente hacia el mar y lo disfruta.