Mi
vida es una casa de ventanas cerradas
dónde bandadas tristes de pájaros afónicos
no
encuentran el motivo para seguir cantando
al
despertar anémico de mañanas sin sol.
Ha
aprendido su idioma y hablo a las paredes
en
voz casi inaudible , intentando soñar
que
ellas sí me entienden y que en cualquier momento
se
pondrán a contarme sus propias pesadumbres.
Voy
dominando el arte de la supervivencia
a
base de negarme mis íntimas verdades
y
olvidarme de ir contando mis renuncias.
Lo
que aún no consigo es lograr persuadirme
al
llegar cada noche de que he sido feliz
y
que ignore la almohada a qué saben mis lágrimas.