Yo siempre fui de mirar
hacia patios interiores,
cuyos tenues resplandores
dan para mucho pensar.
Se empieza a filosofar
sobre la ropa tendida,
ondeante despedida
que la brisa va oreando,
y se acaba divagando
sobre el por qué de la vida.
Sobre el por qué de la vida
mejor no profundizar
pues te puedes encontrar
completamente perdida.
Mejor buscar la salida
en el retal sin color
de nuestro patio interior
a base de decorarlo
de fantasía y mirarlo
con ojos de soñador.
Con ojos de soñador,
más amable es contemplar
cualquier cosa y soportar
confinarse con rigor.
Resulta hasta encantador
ver que a lomos de su anhelo
de estar más cerca del cielo
un pensamiento de tul
a conquistar el azul
se lanza en un loco vuelo.
Se lanza en un loco vuelo
todo corazón que siente
que la apuesta es el presente
y la ilusión su señuelo
No importa que luego al suelo
deba regresar, cumplida
está su misión, ya anida
dentro el verbo cantautor,
que habla de paz y de amor,
y a recogerse convida.
Y a recogerse convida
para mejor escuchar
lo que tiene que contar
esa voz comprometida.
Cantemos, pues, sin medida,
resilientes ruiseñores
enjaulados, sabedores
de que el simple gesto alcanza
a sembrar luz y esperanza
en los patios interiores.