No hay
vientre que resista
gestar
entre grisuras tanto rencor silente ,
dar a
luz cada día tanta rabia.
Más
temprano o más tarde
hasta
el cielo se cansa y escampa la tormenta.
Semejando
veleros,
que vienen navegando desde
orillas remotas ,
llegan
las nubes blancas
preñadas
de humedades más benignas ,
que
son como pañuelos de armisticio,
promesa
de una nueva primavera.
El aire
trae siempre
noticias
de su nombre.
Un
rumor, un suspiro, una fragancia
despiertan en
nosotros esa extraña alegría
que
renueva las ganas de vivir
sin que
haya un motivo.
Toca
desperezarse
y mirar
a lo alto con los ojos dispuestos
a
descubrir inéditos azules.
Y el
corazón ,
ese recalcitrante perito en desengaños,
abierto sin reservas
a
dejarse invadir por la esperanza .