jueves, 1 de diciembre de 2022

Agridulce


 

Deshojar margaritas,

componer melodías inspiradas

por el chirrido agraz de la carrucha

cuando sacaba el agua,

perseguir caracoles

y ver crecer las sombras en las tapias,

era todo el quehacer de aquellas tardes

de holganza ingenua, tedio

y bienaventuranza.


Porque el aire llevaba entre sus pliegues

suspiros de lavandas,

los huesos no dolían

ni en el pecho

las ausencias pesaban.


Un rincón al resguardo de los vientos

donde dormir la siestas, respirando

el sosiego perfecto que emanaba

un perro acurrucado junto a ti.


Entonces no lo supe,

pero esa molicie,

esa tibieza

y esa compañía regaladas

eran el rostro auténtico

de la felicidad.


Después ha sido todo

un ir vagando a tientas, desnortada,

por diversos paisajes emotivos

persiguiendo su idea peregrina.


Y un perderse en los predios

de la desesperanza.


Hay que tratar de hallar algún consuelo.

Toca volver al rito de enfrascarse

en las evocaciones.


Agridulce,

beso y mordisco, es el sabor de boca

que deja la añoranza.


miércoles, 30 de noviembre de 2022

Los grumos del silencio


 

!Ale hop !

¿ Dónde fue la tersura

de la piel,

aquel pétalo

que solía dejarse requebrar por la aire?


Fue en un visto y no visto...


¿ Qué mirada insidiosa

marchito tu inocencia?

¿ Quién borró tu sonrisa?

¿ Cuándo arraigó en tu ánimo

la semilla del miedo?

Como un hábil ladrón

de dedos codiciosos e insaciables,

nos desposee el tiempo de todo lo que fuimos,

de todo lo que amamos.


Hasta que llega el día en que, sin darte cuenta,

reparas en que ya solo posees

unos manos vacía,

unos ojos escépticos.


En que, a pesar de tantas oquedades

que han dejado las pérdidas,

te pesa el corazón.


Y más que nada abruma

esa mudez del aire detenido

acechando algún eco que disipe

la sensación inmensa

de soledad.


De yerto

territorio asfixiado en su mutismo,

al que nunca conforta

ninguna voz humana.


Llorarías,

si es que acaso las lágrimas sirviesen

para hacer florecer a los desiertos.


Callas

e intentas escuchar, tendiendo redes

atentas con tu oído.


Por si es que todavía

el cielo te concede un último milagro


Por si puedes aún recolectar

de este espacio vacío sin rumor que te envuelve

los grumos del silencio.


Reinventar el sonido

primero,

elemental

indispensable.


Volverte a oír por dentro.

Volcánica




La prudencia,

si es siempre aconsejable,

aún lo es mucho más para el que suele

contarse verso a verso,

asumirse poeta, retratando

su ser y su sentir más personal

usando la palabra.


Me propuse

decir lo imprescindible,

que hace Sol, que el frío

me cerca el corazón,

y que lo ahuyento

cantando a voz en grito añejas melodías

con voz desafinada.


Las generalidades de rigor

con su virtud abstracta de decir sin decir,

cualquier futilidad intrascendente,

todo sirve con tal de enmascarar

la confusión,

las dudas,

los temores

los peajes humanos,

todo aquello

que nace de la entraña y que se incrusta

como astilla en mitad de la garganta.


Luego está lo que lo que arde,

el desamor,

la ausencia, el desamparo,

la traición,

la amargura

la nostalgia...


No puedo callar más, sobre la lengua

la vida me rebulle como un ascua.


Hoy el poema quiere hacerse grito,

para contar con qué fiereza siente

la quemazón mi alma.


Y yo he de ahogarlo...

Una noche más,

solo la Luna asistirá, silente,

al húmedo espectáculo de la eclosión volcánica

de todas mis tristezas.


Luego se hará la calma.


Qué silencio

tan clamoroso puede llegar a haber

nimbando el aire de las madrugadas.