sábado, 27 de febrero de 2016

El día de los lúcidos


Alguna vez
tenía que llegar  a reclamarme
el día de los lúcidos.

Hoy sí
voy a mirar de frente,
 por fin voy a atreverme a vislumbrar
lo que vale la pena ,
a dejarme
tentar por el peligro
de  la vida  exultante que deflagra
ante mis ojos secos.

A subvertir la historia y a lograr
que campen a sus anchas  en tropeles
las mariposas blancas sobre mis  prevenciones.

Porque yo sí que sé
qué color tiene el miedo, pues lo he visto
enturbiarme el fulgor de la mirada.

 Astillarme en los labios la sonrisa,
asaltarme el latido, hasta volverlo 
una insana  cadencia  que acongoja
y abruma el  corazón.

Porque yo sí que sé
cuánto puede pesar sobre los párpados
un tenue velo de desesperanza.

Voy a mirar de frente,
a buscar
la verdad ,
esa que dicen todos,
que  siempre duele   y que nos hace libres.

Valdrá la pena desangrarse a cántaros,
llorar sobre las ruinas que contemplas
y redimirte en tus contradicciones.

 Y ver cómo amanece
más luminosa y clara la mañana.







viernes, 26 de febrero de 2016

Despertares



Pongo el despertador:
las diez y diez.
Una hora tan buena para otra
para abrir los ojos y avalar
que ya ha salido el sol,
que el mundo sigue ahí ,que tan temprano
todo su peso muerto deposita
sobre mis hombros 
y toda la congoja 
de vivir  porque toca se remansa 
en la mitad  exacta de mi pecho.

Una hora tan buena como otra
para sentarse a ver como transita
la vida ante mi puerta
y pasa junto a mí sin detenerse.

Como yo me  apalanco   y me conformo
con soñar que acaricio sus hilachas.

Son ya las diez y diez,
una hora tan vacua con otra
para buscarle a tanto despropósito
un misterio congruente que redima
y explique el sinsentido .

Para  sentir la  fuerza  con que nace,
al no poder hallarlo, el ímpetu del grito.

Para cantar  más fuerte , hasta que  quiebre
la voz todos sus timbres, con tal de amordazarlo.

Hoy son las diez y diez,
 quizás mañana
serán las doce y veinte...   

O las cinco cuarenta, 
tanto da.

Una hora es  tan buena ,
o tan mala,
o tan indiferente como otra
para los despertares  que conocen
lo absurdo que resulta
 su  único propósito.

Esperar que se pare 
el reloj 
y  que tiemble
un candil  inspirado
por el temblor de un hálito invisible.

Mientras  el caos vuelve a su rutina.
de hallar inútilmente el equilibrio.

Y en la noche se instalan,
perennes ,
los silencios.















De lirios


Agua de Abril tus manos,
tierra mi piel sedienta,
que espera su caricia
con tórrida impaciencia.

! Qué llueva! ! Qué bendición...!
! Qué llueva!

Flores blancas,
un cobertor de olores,
lecho de lirios en que inventar placeres,
donde de amor delires,
me cubrirán entera.

!Qué llueva!!Qué bendición!
!Qué llueva!