sábado, 26 de agosto de 2017

Entregado suspiro


Estuvimos tan cerca...

Si sentimos
como sobre la punta de los dedos
nos brotaban los nardos
dispuestos a otorgarse como presente lúdico,
como sobre la piel
se nos volvían hambre las ausencias
mientras iban entrando en resonancia
tu música y la mía.

Si no en balde
convinieron a dos los corazones
en inventar lenguajes con que hablar en silencio

Y casi me entregué...

Si ataviada
con mi traje de albura y mi sonrisa
de convocar domingos y obligarlos
a bailar al compás que marcan mis caderas
aposté mi ilusión,
desnuda en cada esquina quebrantada en penumbras,
con la esperanza de que allí acudieses,
caballero de sombra,
un día a reclamarme.

Y casi me tuviste...
en el suspiro
aquel desmadejado
que en la tarde que iba consumiéndose
sobre la luz nostálgica ,
porque pensaba en ti,
le entregué al aire.

jueves, 24 de agosto de 2017

Estallido



Ya no me da de sí la piel del alma.
Por más que les exijo a sus junturas
no aguantan más y muestra en sus fisuras
que la vida la embaza y la desalma .

No sirve el abrazarse al estoicismo
del “toca lo que toca y no hay tutía”,
causa hartazgo tragarse cada día
siete tazas y media de lo mismo.

Tanta apretura pide liberarse,
devolviendo al espacio en que me encuevo
el mínimo equilibrio necesario

Solo queda estallar y derramarse,
aun a costa de dar a luz un nuevo
fallido y prescindible poemario.



Indolente ceniza


Seguramente aún
conservan las paredes intacta la memoria
del calor que conforta, los susurros que arrullan
y la risa que alegra ,
de qué textura tienen
los sutiles atisbos de la felicidad.

Seguramente en tiempos
aquí habitó la vida.

Antes de que el desánimo
impregnase el ambiente de este olor opresivo,
a inminente colapso.

A derrumbe interior.

El polvo
se ha posado en los muebles
y levita
con un temblor ligero sobre el aire ,
dorando levemente
ese rayo de luz que que ha conseguido
vencer el halo opaco del cristal

Una escenografía
blanca, fantasmagórica, enranciada
con el rumor de antiguos suspiros caducados
asemeja la casa,
más no importa.

Se podrían paliar los desperfectos
sin esforzarse mucho,
bastaría
levantar las persianas y aplicarse
en sacudir con brío ,
en restañar a fondo los quebrantos
en refrescar la atmósfera, logrando devolverle
algo de su esplendor.

Pero quién lograría disipar
la malsana querencia de la ilusión exangüe
por abrazar el ensimismamiento.

Por olvidar sus duelos sepultándolos
bajo un espeso manto de indolencia y ceniza.