lunes, 24 de septiembre de 2018

En el altar de la pasión



Ojala todo fuese tan hermoso
y resultase siempre a la manera
en que yo lo lo soñé y el amor fuera
un sentimiento puro y generoso.

Que la fugacidad de su quimera
no ardiese como yesca en el fogoso
altar de la pasión y su engañoso
reclamo de una eterna primavera.

Después de conocer la llamarada
que al corazón más gris revitaliza,
apena comprobar cómo agoniza
hasta quedar fundido con la nada.

Pero aún así , más triste es ser ceniza
sin haber sido brasa enamorada.





El deber de vivir


La luz es lo que tiene...
se empecina
en continuar llamando a voz en grito
en todas las ventanas,
poco importa si tú
pretendiste cerrar a cal y canto
en un intento inútil
de que el mundo se olvide
de ti...

Y de olvidarlo.

Se ve que no hay remedio...
que te toca otra vez abrir los ojos,
armarte de valor
y enfrentarte de nuevo a la existencia.

Al deber de vivir ,
que acaba siendo
un dolor en el cuerpo, terco y omnipresente,
una agonía
insufrible en el alma.

Si hasta el día de hoy
no hay quien pueda decir que ha sido fácil,
puedes tener por cierto
que de aquí en adelante no ha de estar el camino
tapizado de rosas sin espinas.

Pero los pies no saben
sino seguir andando por inercia.

Y continuar latiendo a la deriva
del maremoto de sus emociones
es lo único que puede
hacer el corazón.

E intentar aferrarse
a ese par de ilusiones resilientes
que aún siguen a flote
y esperar
a que llegue la noche ,tan prolífica
de silencios balsámicos
que son
una tregua en mitad de esta batalla.

El único momento de reposo
en el que hacer recuento
de ganancias y pérdidas .

No diré que he vencido,
pero al menos no estoy
mucho más triste y desesperanzada
que ayer...

Dejar la mente en blanco,
que llegue al fin el sueño
y no traiga con él su desasosegante
cohorte de fantasmas
es todo lo que pido .

Y si pudiera ser
que no venga la luz a despertarme
puntualmente mañana.